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Mostrando entradas de 2018

La danza de los amores contrariados

Un relato más de ella y él La danza de los amores contrariados Desde la noche anterior, pensó que el día siguiente no sería bueno por el torrencial aguacero que   peleaba   con el cielo y   hacía gala de sus mayores fuerzas,   anegando las calles. Guardaba varios días un pensamiento que no se le salía de la mente, ni tampoco del corazón, tanto que   optó por un   “auto-regaño” y con un esfuerzo sobre humano detuvo las desalentadas ideas   que se empeñaban en recordarle que era la culpable. Que fue cobarde. Que   ella y nadie más fue la única en ese binomio que se negó a ser feliz. Las tribulaciones se hicieron recurrentes y resolvió -cada noche- valerse de lo vivido e invocó los más profundos recuerdos   de aquel primer beso,   cuando cansados llegaron a la cima del Parque Metropolitano en frente de los animales que salieron de los matorrales y   hasta debajo de las piedras para ser testigos cómplices de lo que e...

LA HISTORIA DE UN ALCALDE MALDITO

                                                     LA HISTORIA DE UN ALCALDE MALDITO             Durante los últimos meses,   sufrimos   la pérdida de un familiar, hemos vivido y seguido de cerca la zozobra de una enfermedad que ha atacado a alguien cercano a nosotros. Después de la muerte de mi tío Víctor Manuel Jaén, me sumergí en un mar de cuestionamientos sobre qué tan importante resulta para el ser humano sembrar en la vida de otros y cuáles son las repercusiones. También pensé qué tanto o poco   valor damos a las personas que se mantienen siempre a nuestro lado. Es lamentable tener que pensar en todas estas cosas cuando ya ha muerto ese ser querido. Pues como reza una popular canción   panameña “después de muerto para qué”.      ...

Una carta de amor desesperada

Una carta de amor desesperada Y si me atrevo a escribirte, después de veinte años,   es que aún no he logrado olvidarte. Que me remuerde la conciencia, porque sigo pensándote,   añorando que algún día, sin importar la hora, regreses y recibirte con los brazos abiertos sin titubeos ni dudas. No pienses que es un acto cobarde enviarte esta carta, muy por el contrario, es mi mayor acto de valentía y mi mejor estrategia para que al menos puedas leerme y tener la certeza de que – de alguna manera- podrás al menos saber mis razones. Sé también que corro el riesgo de que te sientes con una taza de café a tu derecha y te   mofes con algún amigo cercano- a quien te atreviste a confesar tu corta, pero eterna historia conmigo mis razones, pero a estas alturas, no me interesa- . Yo no voy a esperar otro eclipse para contarte la desventura del naufragio que, por decisión propia y a conciencia decidí emprender en mi mar de confusiones. No es que lo he pasado ...